Fue la noche soñada, el partido que todos los barcelonistas deseaban vivir.

Quienes creían en la remontada y quienes no creían. La magia del mejor Barça destrozó el autocar del Milan

Quienes creen en el buen fútbol, en hacer posible lo imposible, en apelar a la épica a base de buen juego y de intensidad total volvieron a tener razón. Si el Milan borró al Barça en el partido de ida, el FC Barcelona sacó la goma de borrar para anular cualquier esperanza de los de Allegri en una de esas noches que recordaremos durante mucho tiempo. Fue una remontada de lujo, una remontada de campeones, para que el Barça siga soñando con alcanzar la gloria del balón en su gran templo, Wembley, como lo hiciera en el 2011.

El barcelonismo no merecía tantos palos como los vividos en las últimas semanas. Un castigo del que aprende un equipo que no olvida sus ideales, sus raíces, su estilo. Que no renuncia a lo que sabe hacer porque así se logran grandes gestas. Con un Leo Messi soberbio al frente, pero no solo Messi. Todos, absolutamente todos, con Tito Vilanova al frente desde la distancia, pero más cerca que nunca a través de Jordi Roura y de una idea que vale mucho.

Fue un partido inolvidable, con una primera parte del Barça espléndida, soberbia, a la altura de lo que esperan quienes desde un primer momento confiaban en la remontada. Un guión de noche mágica, con mucho realismo, poca comedia y algún que otro proyecto de drama que se quedó en ello. El Milan aceptó el rol de muro, pero con resquicios.

Roura ya lo avisó en la rueda de prensa previa. “No hay que perder la cabeza”, como se esperaba, apostó por una defensa de tres para fijar a Alves en esa zona de ataque que pisa hasta cuando no debe hacerlo. Esta vez, estaba programado. Con él, Pedro y Villa, mientras que Messi era la punta más adelantada de un rombo que guardaba Sergio Busquets, con el imperial Xavi y el mágico Iniesta moviendo la máquina.

COMIENZO FULGURANTE

Enfrente, un Milan agazapado, a verlas venir y a achicar como fuera. Massimiliano Allegri no quería ni imaginarse que su planteamiento se viniera abajo al menos en los primeros minutos. Pero fue así. El Camp Nou empujaba y empujaba a un Barça que contestó de la mejor manera. Pared entre Messi y Xavi y disparo de Leo a la escuadra de un Abbiati que emuló al portero brasileño Valdir Peres en el Mundial de España’82 haciendo la estatua.

Primer cañonazo a la línea de flotación de un Milan que tardó siete minutos en cruzar el centro del campo con el balón controlado. El Barça no podía confiarse porque los lombardos iban a apostar por las contras para buscar un gol que complicase la vida a los de Roura, pero la primera llegada de El Shaarawy, a los ocho minutos, fue fácil para Valdés.

La cosa pudo ir mejor para los barcelonistas si el árbitro húngaro Viktor Kassai hubiera apreciado un empujón de Abate a Pedro en el área milanista. O si Abbiati, esta vez acertado, no hubiera rechazado una volea de Iniesta… o Messi, en el rechazo, hubiera cabeceado a la portería y no al exterior de la red. Agobio total del Barça, enloqueciendo a los fieles.

El balón prácticamente no salía de campo milanista, con un Barça percutiendo, bombeando, penetrando, taladrando lo que podía. Otro chut de Xavi desviado por Abbiati precedió a la primera amarilla del partido, ganada a pulso por Boateng. Mientras, Flamini, con un corte en la cabeza, era vendado aparatosamente en la banda.

SUSTO… ¡Y GOL!

Pero el Milan sabía que podía hacer daño a la contra. El italo-egipcio El Shaarawy tuvo un par de oportunidades, poco antes de que el miedo hiciera la ola por la grada. Fue un error de Mascherano que Niang aprovechó para plantarse solo ante Valdés y superarle con su disparo. Sin embargo, la suerte también salió a jugar y el balón se fue a la base del poste.

Fue un susto. Un susto que tuvo final feliz ya que solo un minuto después, Iniesta recuperó un balón ante Ambrosini, envió a Messi y el argentino, tras prepararse el balón, puso boca abajo el Camp Nou fusilando otra vez a Abbiati.

Era el guión soñado, el escenario perfecto. Antes del descanso, la eliminatoria estaba igualada. Y lo mejor era la sensación que estaba dando este Barça. Era la imagen de las mejores noches.

Después de que el césped no se regara por falta de acuerdo entre los dos equipos, el Barça salió dispuesto a seguir regando a fútbol a los rocosos milanistas. Pareció que el equipo de Allegri salía algo más abierto, con más ganas, pero los de Roura ni se inmutaron. Mantuvieron su línea y estuvieron a punto de destrozar totalmente el muro con una contra capitaneada por Messi que Abbiati desbarató.

El desgaste blaugrana era descomunal. Pero tuvo su premio cuando habían pasado ocho minutos de la reanudación. La remontada era cosa de hambre y clase. Hambre de Mascherano, enmendando su error de la primera parte en una fantástica recuperación. Iniesta recibe, se la da a Xavi y el de Terrassa distribuye a la banda para hacer hombre al ‘Guaje’, después de que Constant pifiara su intento de corte. Villa aceptó el servicio para corroborar el tercero.

Quedaban 35 minutos por delante y el Barça había hecho lo que todo el barcelonismo deseaba.Allegri tenía que enviar al parking el autocar a toda prisa, Abbiati dejaba de perder tiempo y Muntari y el exmadridista Robinho entraban como esperanza lombarda de cambiar las cosas. Hubo algún momento de nervios, cuando los milanistas pisaban el área, pero todo quedó en nada.

Pasaban los minutos y Messi buscaba su hat trick. Lo intentó de libre directo pero su chut se estrelló en la barrera lombarda. Fue poco antes de otro momento especial, cuando Roura retiró a Villa para dar entrada a Alexis. Fue en el mismo instante en que Allegri quemó su último cartucho, retirando a Flamini en favor del esperado Bojan, en su primera presencia en el césped desde que se fue a Italia.

ALBA, SALVADOR Y MATADOR

A diez minutos del final hubo otro susto, pero Busquets fue el cazafantasmas que devolvió la tranquilidad rebañando el balón. Más tarde, un centro de Bojan llegó a Robinho, pero Jordi Alba se jugó el físico para desviar a córner. El Barça aguantaba las embestidas de un Milan herido, pero al que no se podía dar por muerto.

El Camp Nou seguía siendo el jugador número 12 de un Barça descomunal, soberbio. Y las dudas, porque inevitablemente siempre existen, se acabaron cuando una contra del Barça acabó en un pase de Messi a la carrera de Alexis y otro del tocopillano a Alba, quien rubricó el 4-0 mágico el día que en el Vaticano hubo fumata negra. pero en el Camp Nou hubo fumata blanca. Para el Barça, claro. Fumata blanca para el buen fútbol, para el espíritu de remontada y para creer en que este club sigue haciendo posible lo imposible. Los cuartos de final les esperan.

nota cortesía de SPORT.