A falta de mejores oportunidades de trabajo, unas 30 mil mujeres se dedican en ese país a transmitir movimientos eróticos desde sus casas a clientes que pagan por verlas online.

Seguridades y temores de un negocio que mueve millones de dólares

Es su habitación pero también su lugar de trabajo. Está decorado con sencillez y sobriedad. Hay dos mesas de noche con unas lámparas en cada una de ellas y una cama queen size con una cabecera de cuero blanco que está pegada a una pared azul cielo. Carolina está sentada y tiene sobre los muslos su computadora portátil.  Hace poco terminó lo que ella llama una «transmisión».

Carolina tiene 18 años y hace tres meses trabaja como modelo webcam, una profesión que es parte de la industria del entretenimiento para adultos en la que mujeres, en su gran mayoría -también hay hombres y trans-, realizan espectáculos eróticos y sexuales en el que interactúan con usuarios en una especie de peep show de la internet.

«Se me metió en la cabeza trabajar en esto por un programa que vi en la televisión con mi mamá. Se titulaba: «Los dos lados de la webcam». Empezó con el lado malo, el lado ilegal, en el que mostraban cómo abusaban de las niñas. Y luego, el lado bueno…», dice Carolina.

El «lado bueno» del que habla es uno que promete a las mujeres, por un lado, seguridad, ya que no están expuestas al contacto físico, tienen autonomía sobre qué están dispuestas hacer y qué no y pueden trabajar desde sus casas. Por el otro, lo lucrativo que puede llegar a ser: en tan solo tres meses, Carolina, quien es considerada una principiante, gana en promedio unos 300 dólares semanales, hay semanas en las que ha llegado hasta los 500. Otras mujeres pueden facturar más de 5.000 dólares al mes.

Carolina primero trabajó en un estudio de salas webcams, un lugar equipado con todo lo necesario para que las modelos puedan hacer sus shows desde allí. Un mes después decidió dar el salto, quería estar más cómoda.

«Para poder trabajar desde mi propio lugar me tuve que mudar a otra casa, para que el espacio fuera más grande, más bonito. Entonces tengo la obligación prácticamente de pagar el arriendo», dice Carolina, quien vive en el sur de Medellín con su madre y su prima.

Juan Bustos es uno de los pioneros de este negocio en Colombia, y en Medellín forjó un pequeño imperio: salas webcams, una página de internet de noticias, una revista especializada en el tema y una universidad -instituto educativo– donde se le enseña a las mujeres todo lo relacionado al camming, como también se le conoce al oficio.


«Cuando tuve mi primera página empecé a ver a muchas modelos conectadas y a entender cómo funcionaba todo. A darme cuenta de que no era solo sexo, sino que allí habían relaciones de las modelos con los usuarios, que realmente se establecen relaciones de amistad. Y empecé a descubrir que también juega un componente muy alto de entretenimiento y de comunicación, entre los usuarios y las modelos. Y comencé con la idea de educar a las modelos», cuenta Juan.

Bustos siguió estudiando a fondo el negocio y viajó a Rumania, la meca del modelaje webcam en el mundo. Allí visitó empresas, conoció a modelos y regresó con la idea de crear una especie de universidad donde se pudieran «profesionalizar» las mujeres que quisieran dedicarse a ese oficio.


«Comenzamos hace un año con clases todos los jueves a las dos de la tarde de manera virtual: dictamos cursos sobre seducción, psicología de una sala de chat, cómo manejar los ángulos de la cámara, la mejor iluminación para una habitación. En fin, temas relacionados a la actividad webcam. Después de un año decidimos celebrar el aniversario lanzando una universidad física, desarrollada con Linda Suárez, profesional en erotismo y seducción, además experta en baile pole dance», dice el empresario colombiano.

Se estima que unas 30.000 mujeres, en su mayoría jóvenes en sus 20 años, son parte de esta multimillonaria industria en Colombia, el segundo país en el mundo con más modelos webcam después de Rumania.

Sin embargo, surge la pregunta, ¿qué condiciones se dan en Colombia para que tantas mujeres encuentren en el modelaje webcam una opción de vida?

Para Juan, lo económico es la razón principal, lo costoso que es para una persona educarse en el país cafetero.

 

 

Mañana 9:00 am bienvenidos al universo #Camgirl Aniversario Universidad #Webcam

Una publicación compartida de Juan Bustos (@juanbustosvip) el

29 de Oct de 2017 a la(s) 6:18 PDT

 

#camgirl con gorra y busito te ves muy bien en #webcam  @bpiedrahita_ #chaturbate #juanbustos

Una publicación compartida de Juan Bustos (@juanbustosvip) el

22 de Nov de 2017 a la(s) 3:29 PST

«Una profesional en Colombia se gasta en un semestre en una universidad alrededor de 3 mil dólares. El total de una carrera puede costar 30 mil dólares. Y van a salir al mercado como profesionales y van a ganar quizás 500 dólares. Entonces, matemática simple. Si yo como profesional en Colombia me voy a ganar 500 dólares, que es el sueldo promedio de un profesional. Si voy ganar esa cantidad, no sé, ayudo en la casa, pago arriendo, servicios, tengo mis gastos, con suerte podré ahorrar ahorrar 50 dólares al mes. Quiere decir que tengo uno 600 dólares ahorrados en un año. Quiere decir que en 10 años tengo 6 mil dólares. Y me demoro 50 años o más para recuperar la inversión de la universidad. No tiene sentido. Cuando puedo entrar a una página de webcam y puedo llegar a ganar 500 dólares por día», explica Juan.


Isabel Cristina Jaramillo, profesora titular de la Universidad de los Andes y experta en temas de género, ahonda en la respuesta y explica que Colombia es un país muy desigual que se manifiesta de maneras distintas para los hombres y las mujeres.

En las mujeres, según Jaramillo, la desigualdad se presenta en su hiperfeminización, lo que quiere decir que la función sexual, como es el caso de las modelos webcam, y la maternidad se magnifican como principales opciones de vida.

Todo esto se puede ver en las tasas altas de embarazo adolescente, de mujeres migrantes que se prostituyen y del mercado de servicio doméstico.

«Las salidas para las mujeres es su hiperfeminización, se van para los espacios donde se presume que por tener ciertos cuerpos tienen unas capacidades, unas habilidades, para hacer ciertas cosas. Entonces por tener vagina sabe arreglar uñas o peinar pelo o sabe cuidar niños o sabe arreglar una casa. Y aunque esto se da en todos los países hay un sentido en donde en Colombia se extrema», explica Jaramillo.


Se estima que el modelaje webcam, que le ha quitado una tajada importante del mercado a la industria del porno, generó ganancias de entre 2 o 3 billones de dólares en el 2016, según reporte de la BBC. En Colombia, Juan Bustos calcula que esa cifra podría llegar a los 300 millones dólares anuales. Sin embargo, el negocio en el país suramericano no está regularizado por el gobierno.

«En Rumania, les cobran impuestos, hay normas, lo tienen legislado, es una actividad comercial como ser médico, abogado o panadero. Es una profesión más. Están súper organizados y el gobierno lo entiende muy bien porque muy probablemente Rumania, con el 40% de las modelos en el mundo, podría estar moviendo unos 100 millones de dólares al mes, y el gobierno rumano se lleva el 16% de comisiones en impuestos», dice Bustos.

Juan, en sus negocios de salas webcam, se va por los lados legales: contrata mujeres mayores de edad y crea contratos conforme las leyes colombianas lo permiten para las empresas. «Pero no hay nada específico que diga que una modelo webcam debe pagar tanto en impuestos, y no se le puede exigir esto o exigir aquello. No hay normas», dice.

Por su parte, Jaramillo, quien además es abogada y doctora en derecho de Harvard, considera que si las mujeres que se dedican a ese oficio no están siendo vulneradas ni violentadas de manera individual, no le ve sentido a que se regularice el negocio.

«En ese sentido el estado es hombre, y siempre que regulan las cosas de las mujeres nosotras terminamos maltratadas», recalca.

Kate Maze trabaja de dos de la tarde a diez de la noche en su apartamento en Medellín, en donde vive con su perro. Ocho horas dura su jornada, y si es muy buena puede estar conectada 12 o 16 horas.


Kate, de 21 años, con tan solo nueve meses como modelo webcam, gana en promedio 3.500 dólares al mes. Para ella fue algo rápido, supo captar la dinámica del oficio, cómo funciona, cómo se tiene que ser: entretener a los usuarios de forma integral, más allá del erotismo y lo sexual.

Kate prepara con esmero cada uno de sus shows, se considera creativa. Está pendiente de cada detalles: la música, la ambientación, la iluminación, los juguetes sexuales que utilizará. Cada vez que se conecta tiene a cientos de usuarios que la observan.

Ella establece las reglas del juego: si quieren que se quite una prenda, baile o se masturbe deben pagar cierta cantidad de tokens, una especie de moneda virtual que proporciona la plataforma a los usuarios -entre las página más conocidas están Chaturbate y Myfreecams- y que luego recolecta y le paga a las modelos.

Además, una parte importante en este negocio es lograr la fidelidad con tus usuarios. Tener a un público fijo, que incluso puede seguir a la modelo si se cambia a una plataforma distinta. Esto ha hecho que se genere un vínculo que no existía dentro la industria del entretenimiento adulto, en el que la interacción con esa persona que ves se puede dar y mantener en el tiempo.

Es normal que las mujeres puedan establecer cierto tipo de relaciones con sus usuarios en las que, más allá de lo sexual, pueden hablar de cualquier tema. En los perfiles de las modelos en las páginas en las que se encuentran hay ránkings de sus mejores clientes o incluso sus mejores amigos, que también son su clientes.

«Hay amigos que llegan  y se enamoran de ti pero tú no les puedes corresponder de la misma manera y te toca manejar esa situación. Manejarla muy bien y que se quede, pero dejarles las cosas claras y decirle que es solo amistad. Ellos te dan buena conversación, están contigo en momento malos y te apoyan a veces más que las personas que están físicamente», cuenta Kate, quien hace poco recibió una playstation de regalo de uno de sus usuarios.

Pero Kate deja claro que no quiere ser toda la vida una modelo webcam. Quiere ahorrar, tener una familia, ser madre y estudiar comunicación social y periodismo.

«Siempre quise ser comunicadora social. Entonces cuando ya llegue el momento voy a mirar si lo voy a ejercer o no, tengo que ver si este trabajo me impide ser comunicadora», dice Kate, que se refiere a ciertos prejuicios que hay en la sociedad para las personas que ejercen su oficio.

En abril de 2017, una modelo webcam, víctima del bullying de la gente de su pueblo que se enteró de su trabajo, intentó suicidarse lanzándose al metro de Medellín. Otras han sido chantajeadas con entregar imágenes explícitas a sus familiares, que no saben a lo que se dedican, a cambio de dinero.

Por su parte, Carolina Miranda, que el próximo año quiere estudiar psicología y especializarse en sexología, reconoce que pueden existir esos peligros cuando no se ha asumido ante la familia, los amigos y la sociedad el trabajo que hacen. Sabe que para muchas no es fácil asumirlo, entiende a las otras compañeras que no lo hacen porque siempre habrán personas que las señalen e incluso las violenten por su oficio.

«Además de la parte sexual, yo creo que esto ayuda a la soledad de muchas personas, muchos hombres o mujeres, que son muy solos, no tienen amigos, les da pena hablar, les da pena hacer una compañía, y nosotros le ayudamos mucho en el sentido de conversar con ellos. De que ellos por fin puedan interactuar con alguien. Es como combatir la soledad de muchas personas en este trabajo», afirma.

Fotos (Cortesía Juan Bustos)